domingo, 1 de junio de 2008

Las malas palabras (fragmento). Por Roberto Fontanarrosa


El siguiente texto forma parte del discurso que Roberto Fontanarrosa pronunció en el III Congreso de la lengua, en Rosario, en el año 2004.


No voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer.
La pregunta es por qué son malas las malas palabras,¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?
Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras... no es que haga una defensa quijotesca de las malas palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural.
Yo me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal hablado, que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba boca sucia, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir usando.
Era otra época, indudablemente. Había unos primos míos que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”. Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear. Lo que era la falta de la televisión que había que caer en esos juegos ingenuos.
Ahora, yo digo, a veces nos preocupamos porque los jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me preocupa, que mi hijo las diga. Lo que me preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”.
Yo creo que estas malas palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa posibilidad? Afortunadamente, ellos no nos dan bola y hablan como les parece. Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal el color pero sé que cuantos más matices tenga, uno más se puede defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.
No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo.Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico, realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo”–que no sé si está en el Diccionario de Dudas- está en la letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras. Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”.Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo de decir “caracho“, que es de una debilidad y de una hipocresía…
Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso.
Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.
Lo que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar.

1 comentario:

  1. Anónimo20:18

    Jorge:
    Sé que me voy a ganar algunos enemigos, porque en mi querido país, a los ídolos no se los toca.
    Está prohibido cuestionar cualquier cosa de Gardel, Fangio, Maradona, etc. etc., y también del Negro; pero como yo no tengo ídolos, sólo admiro muchas de las cosas que hicieron, me permito decir lo que pienso en algunas cuestiones, sobre esta entrada, por caso.
    Las intervenciones del Negro en el Congreso de la Lengua fueron divertidas, pero aportar, aportaron poco. Si no sabía si pelotudo estaba en el diccionario de dudas, es porque no se tomó el tiempo de buscarla. Y su comentario (y los gestos) que hizo en relación a las maestras, fueron francamente descalificadores y misóginos. Estuvo divertido, y hasta destacado comparado con sus comprovincianos, los "Midachi", pero para el Congreso no agregó nada. Jugó para la tribuna, pero a la LENGUA no aportó.
    En el discurso que leyó en el cierre, volvió a las mismas: cuando nombró al Presidente de la Real Academia, Víctor García de la Concha, volvió a hacer unos gestos ostensibles al pronunciar su apellido, para buscar la risa fácil y la complicidad de su gente, remitiéndonos al Negro Olmedo. Excelente, pero para un asado entre amigotes.
    Es que era un extraordinario humorista y dibujante, pero la bota 'e potro de la LENGUA, no es pa' cualquiera, por más gaucho que se crea.
    Y si alguno tiene dudas, me permito molestarlo, pidiéndole que lea el discurso de Carlos Fuentes, en la misma ocasión, que como mínimo, se tomó el trabajo de prepararlo y corregirlo.
    Las comparaciones son odiosas, esta pretende ser amorosa, que es también amoroso decirle a alguien muy querido, que a mí eso no me gustó. Además, de adulones está lleno, era lo suficientemente grande para aceptar voces disidentes.
    Saludos
    Fernando Terreno

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