martes, 15 de noviembre de 2011

Incipit XXVII (Cuentos)

Ursula era callada como una vaca. Ya había empezado el verano cuando yo la veía llevar su cuerpo grande por una calle estrecha. A cada paso sus pantorrillas se rozaban y las carnes le quedaban temblando. A mí me gustaba que se pareciera a una vaca. Una noche que el cielo estaba bajo y se esperaba la lluvia, un auto descargó sus focos sobre el cuerpo de Ursula. Ella dio vuelta la cabeza y enseguida corrió para un lado de la calle estrecha, parecía una vaca sacudiendo las ubres. El auto se detuvo y alguien, desde adentro, preguntó algo. Ursula contestó moviendo la cabeza, estaba rodeada del polvo que había levantado y se veía brillar las corneas de sus grandes ojos.
(Úrsula. Felisberto Hernàndez)

Al grito de «¡Cambio esposas viejas por nuevas!» el mercader recorrió las calles del pueblo arrastrando su convoy de pintados carromatos.
Las transacciones fueron muy rápidas, a base de
unos precios inexorablemente fijos. Los interesados recibieron pruebas de calidad y certificados de garantía, pero nadie pudo escoger. Las mujeres, según el comerciante, eran de veinticuatro quilates. Todas rubias y todas circasianas. Y más que rubias, doradas como candeleros.
(Parábola del trueque. Juan José Arreola)

Es mentira, dijo mi esposa. ¿Cómo puedes creer una cosa así? Ella está celosa, eso es todo. Giró la cabeza y me miró fijamente. Aún no se había quitado el sombrero ni el abrigo, y estaba ruborizada por la acusación. ¿
Me crees a mí, no? ¿Seguramente no creerás aquello?
Me encogí de hombros y le dije: ¿Por qué iba a mentir? ¿Con qué objeto? ¿Qué obtendría con ello? Me sentía incómodo, pero permanecí allí en pantuflas, abriendo y cerrando los puños, con la sensación de estar haciendo el ridículo, exhibiéndome, no obstante las circunstancias. No tengo madera para hacer el papel de inquisidor. En ese momento deseaba que nunca hubiese llegado a mis oídos, que todo pudiera ser como antes. Se supone que es amiga, amiga de los dos, comenté.
(La mentira. Raymond Carver)

Yo so
y un hombre formal y mi cerebro tiene inclinación a la filosofía. Mi profesión es la de financiero. Estoy estudiando la ciencia económica, y escribo una disertación bajo el título de El pasado y el porvenir del impuesto sobre los perros. Usted comprenderá que las mujeres, las novelas, la luna y otras tonterías por el estilo me tienen completamente sin cuidado.
(Un hombre irascible. Antón Chejov)

Era en el callejón Negro.
Esa tarde, Chaktur el hojalatero, que trabajaba en su taller en la reparación de una jarra de baño, dejó por un momento su tarea, para recogerse y pensar con calma en su vida miserable e infinita. Pero no llegó muy lejos en sus amargas reflexiones. Toda su vida estaba allí, junto a él, y podía tocarla con sus manos, de tan sombría y sucia que era, sin una pizca de sueños. Se sintió tan claramente asqueado que pensó en otra cosa.
(El peluquero que mató a su mujer. Albert Cossery)