domingo, 3 de marzo de 2013

Alejandra (Por Daniel Moyano)

El siguiente texto es un texto privado y, hasta hoy, inédito del entrañable escritor argentino Daniel Moyano. Es una misiva de amor hacia Alejandra, de cinco meses. Ella es la hija de un conocido nuestro, Carlos Mamonde. Recordemos que ambos estuvieron detenidos en La Rioja durante la llegada de la dictadura de 1976. El perro elocuente, una vez más tiene el privilegio de presentar y difundir un nuevo texto del grandioso Daniel Moyano. Las imágenes son las páginas originales escaneadas.


            Cada vez que uno llama por teléfono a los Mamonde, lo primero que se oye es el llorar incisivo de su hijita Alejandra, que no está de acuerdo con la cuna ni con nada horizontal salvo cuando el sueño la vence. Y lo hace tan fuerte, que es casi imposible enterarse de lo conversado, especialmente con Carlos, que habla como los franceses, apenas se oye lo que dice.
            Los otros días lo llamé por una consulta sobre el curso que vamos a dar en la Uni de Oviedo, pero al oír, cuando él levantó el tubo, que estaba llorando Alejandra, colgué sin contestar a su “¿dígamé?” Esperé un rato, a ver si se callaba, y volví a llamar. Y fue peor. Porque cuando colgué, Carlos siguió con el tubo levantado preguntando quién llamaba, y su hija siguió con su trompetería wagneriana mezclada con rock duro. De modo que las orquestas de Alejandra seguían entrando por un extremo de la línea, mientras el otro, el de mi teléfono, estaba cerrado. Entonces los cables conductores empezaron a agrandarse por la carga sonora, a deformarse en distintos puntos de su recorrido buscando una salida violenta, menos mal que colgó si no hubieran reventado las veredas, aquí los cables pasan bajo tierra. Y claro, la línea estaba saturada, de modo que cuando levanté el auricular para volver a llamar, seguro de que la niña ya se había callado (era la hora exacta del biberón), como un chorro de manguera me cayeron los berridos encerrados, mientras ella, acababa su segunda teta, dormía como un ángel según dice su madre.
            Ayer llamé a casa del Teuco, por un asunto de periodismo, y cuando allá atienden me traspasa los oídos una Alejandra de cuarto contiguo y noventa decibelios. Sí, me dice Teuco, están en casa los Mamonde, lo que se oye es su hija y no la mía. Y ese día a Teuco lo llaman de varias provincias por asuntos de títeres, y Alejandra aparece en Barcelona y casi al mismo tiempo en Cádiz, no te oigo bien, le dicen desde Asturias, hasta que hay una llamada del otro lado del mar y allá las voces de Alejandra sacuden el satélite y aparecen campantes y sonantes en América Latina.
            Marián, acaso porque ha resuelto que los ángeles lloran siempre, dice que su hija es un ángel. Mientras tanto las perturbaciones en la Compañía Telefónica continúan, se alteran los números debido a las vibraciones, las confusiones cotidianas kafkeanas están a la orden del día, y al menos en el tema de las comunicaciones España desciende otra vez, cuando apenas había conseguido salir de él, hacia el nivel del Tercer Mundo.
            De modo que ahora, en cuanto alguien del grupo de amigos te llama, al levantar el tubo lo primero que te cae en el oído es un chorro de Alejandra. Advertidos, muchos de nosotros, antes de llevar el auricular al oído lo desviamos ligeramente hacia una ventana abierta, dejando que el chorro de chillido fluya libremente into thin air, como decía Shakespeare. Y como en el ruido infernal de Madrid los chillidos de un niño son arrullos, ahora, cada vez que orientamos hacia el exterior el tubo del teléfono con los Opus de Alexandra, Madrid se dulcifica finalmente, con lo cual Marián parece tener razón cuando dice que su hija es un ángel.
            Últimamente, debido a que acaba de cumplir sus cinco primeros meses, sus chillidos se están convirtiendo en unas sonrisas deliciosas, que regala a mandíbulas llenas. Unas sonrisas que tienen la misma fuerza que su anterior sistema operativo de comunicaciones. Pero por más que uno llame y llame por teléfono, las sonrisas, que no ocupan un lugar en el espacio y por consiguiente no pueden desplazarse, no aparecen por el auricular. Y es una lástima, claro, con lo que nos gusta la sonrisa de Alejandra.

El tío Daniel
(29/09/88)

viernes, 1 de febrero de 2013


Jorge Aloy

Conversaciones con el profesor Y
Louis-Ferdinand Céline
Editorial Caja Negra
Año 2011
Traductor Mariano DuPont
124 Páginas


Conversaciones con el profesor Y se puede leer como ficción o como teoría sobre la obra celiniana o como una entrevista. Tampoco va a faltar el que piense que se puede leer como panfleto… ni en Francia aún Céline es comprendido.
El libro es de 1953, es decir a la vuelta del exilio de Céline en Dinamarca. La editoral Gallimard, en 1952, había publicado Fantasía para otra ocasión sin el éxito editorial esperado, y Céline, que se siente el chivo expiatorio de los ataques colaboracionistas nazis, decide escribir un nuevo texto para defenderse a sí mismo: un texto que hable de sus obras.
Conversaciones con el profesor Y no es un libro para aquellos que nada conozcan de Céline, ya que en él se habla sobre el lenguaje fragmentado -repleto de signos de admiración y puntos suspensivos- y se explica el efecto que produce. A esto Céline lo define como un invento, pequeño pero invento al fin, que pudo torcer la literatura francesa, ya que gracias a ello consiguió devolver a la escritura la emoción del lenguaje hablado. Con el desarrollo de esta idea el libro ya estaría bien pagado, pero aún hay más.
Céline en Conversaciones con el profesor Y  crea un personaje que dialoga con él. El profesor es un energúmeno que necesita que le expliquen todo detalladamente, y ni así puede comprender. El final de este breve libro es un homenaje de Céline a todas sus obras: culmina escapando de un tumulto de  gente curiosa que lo persigue.

martes, 1 de enero de 2013

La mala suerte de Daniel Moyano y su timbal de oro (Parte II y última)

Carlos Mamonde

Este mes pasado se han cumplido 20 años de la muerte de Daniel, en la tristeza del exilio. Y es más que justo y reparador (y no sólo para él) que hablemos un poco de su herencia estética. Y volvamos a leerlo.
Por eso llegó a alegrarnos tanto que en Córdoba (con el apoyo del Centro de Investigación de Poitiers), en el entorno de su universidad, se fuera gestando, y al final publicando, la primera –esperemos que no la última- edición crítica de una novela suya. Tres golpes de timbal, en este caso. Obra que recién se está distribuyendo en estas semanas.
Varios cordobeses han trabajado críticamente en este proyecto y un par de riojanos -tal el caso de la laboriosa cronología trabajada por David Gabriel Gatica- . Y muy especialmente  Virginia Gil Amate,  Profesora Titular de la Cátedra de Filología Española de la Universidad de Oviedo y, a juicio de toda la crítica, la mayor especialista  actual sobre los textos moyanianos, junto con Rita Gnutzman,  catedrática de la Universidad del País Vasco, Ángeles Prieto Barba, escritora gaditana… o Sara Malvicini de Bonnardel, quien fuera catedrática en Francia; por citar los más conocidos.
Desde mi modesta opinión, creo que quien debió dirigir esta investigación –por su propia gravitación- es la doctora Gil Amate. Pero lo hizo el profesor Marcelo Casarín; con exiguo resultado, a mi respetuoso entender. Nuevo traspié de “la mala suerte” de Daniel. O desacertada elección de quienes aprobaron esta  propuesta de edición; dejándola en manos de este docente.
Muchas veces ocurre que un proyecto monumental se frustra porque no se eligen bien los gestores. Y creo que es lo que ha pasado en este caso. Y ello a pesar de que Casarín pasa por ser un buen gestor cultural. Pero se nota su debilidad crítica en la organización de la investigación, en la pobreza de su “Introducción”, muy menguada de ideas nuevas sobre los textos de Moyano; y es la repetición cansina, viejuna,  de ya muy conocidas tesis. Destaca sí, casi en solitario, el estudio del cordobés Rogelio Demarchi. Pero sobre todo hay –por parte de Casarín- un confuso aprovechamiento de los archivos manuscritos de Moyano; donde él vagabundeó sólo con la brújula de su arbitrio. No se han publicado fragmentos y textos preliminares importantes…y si se han publicado –caprichosamente-  cartas privadas, ¡recibos de pagos de ediciones¡ correspondencia privada de Moyano con algún editor (no sobre temas literarios sino de acuerdo comercial ¿qué pertinencia tiene esto?) y viejas entrevistas ya desechadas (con total desconocimiento de sus autores, que debieron autorizar o desautorizar su eventual inclusión; tal el caso de textos propiedad de doctora Gil Amate, traicionada en su buena fe por el Coordinador, que no ha respetado ni su deseo de privacidad ni el gran prestigio de esta investigadora. Algo inaudito. Lo menciono porque conozco este tema por referencia directa de la afectada…y tengo su acuerdo para citar este extremo).
En este libro, aunque no es un trabajo crítico, destaca hermosamente  el emocionado homenaje que escribe un gran poeta como Leopoldo Castilla. Suya es la frase que designa a esta novela como “un timbal de oro”. Lo mismo que el texto del cuentista cordobés Norberto Luis Romero; hoy residente en las Baleares y persona muy apreciada por Daniel.
Entre otras muchas visiones sobre Moyano, que se echan en falta, destaca poderosamente  la ausencia de las investigaciones de la  doctora Emilia Deffis, de la Universidad canadiense de Laval, quien recientemente ha publicado un esclarecedor –e inexcusable- estudio sobre las circunstancias y compromisos políticos de la vida y obra de escritores como Moyano, Haroldo Conti y Antonio Di Benedetto. Aquí, una vez, más se nos presenta a un Moyano “evanescente” no comprometido y que pareciera que vivió en una especie de nube naif. Nada más lejos de la realidad.
Y, ya anecdóticamente, aún en La Rioja…y en este aniversario, un excelente trabajo teatral sobre textos de Moyano, “Unos duraznos blancos y muy dulces”, ha chocado con intereses de un gestor cultural local que ha despreciado este trabajo de creación. Nos viene la tentación de exclamar: “Dios nos libre de los gestores culturales…ya sean de la universidad o de la política!. Y estoy ya por creer en la “mala suerte”, medio en broma, medio en serio.
Escribo en Madrid estas líneas, tras la lectura atenta  del ejemplar que me ha enviado generosamente Virginia. Y comienzo a trabajar en un ensayo sobre este libro (Tres golpes de timbal, edición crítica Colección Archivos CRLA, 2012)…que espero poder terminar en los próximos meses.