domingo, 16 de agosto de 2009

Incipit XI (Cuentos)


Una vez tuve dieciséis años. A esa edad todavía tenía aspecto de niña. Era al volver de Saigón, después del amante chino, en un tren nocturno, el tren de Burdeos, hacia 1930. Yo estaba allí con mi familia, mis dos hermanos y mi madre. Creo que había dos o tres personas más en el vagón de tercera clase con ocho asientos, y también había un hombre joven enfrente mío que me miraba. Debía de tener treinta años. Debía de ser verano. Yo siempre llevaba estos vestidos claros de las colonias y los pies desnudos en unas sandalias. No tenía sueño.
(El tren a Burdeos. Marguerite Duras)

Hemos tenido ocasión de entablar relaciones bastantes íntimas con estos interesantes borrachos perdidos del acuatismo. Según nuestras observaciones, un ahogado no es un hombre fallecido por sumersión, contra lo que tiende a acreditar la opinión común. Es un ser aparte, de hábitos especiales y que se adaptaría a las mil maravillas a su medio si se
lo dejase residir un tiempo razonable.
(Costumbre de los ahogados. Alfred Jarry)

Un otoño -muchos años atrás- cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimoni
al.
-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos.
-¿Un matrimonio?
-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.
-¿Tuyo?
-Mío.
-¿Con una muchacha?
-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
- ¿Y cuándo ocurrirá la cosa?
-Lo ignoro.
(Un marido sin vocación. –cuento escrito sin la letra “e”- Enrique Jardiel Poncela)

Hoy me detuve a contemplar este curioso espectáculo: en una plaza de las afueras, un saltimbanqui polvoriento exhibía una mujer amaestrada. Aunque la función se daba a r
as del suelo y en plena calle, el hombre concedía la mayor importancia al círculo de tiza previamente trazado, según él, con permiso de las autoridades. Una y otra vez hizo retroceder a los espectadores que rebasaban los límites de esa pista improvisada. La cadena que iba de su mano izquierda al cuello de la mujer, no pasaba de ser un símbolo, ya que el menor esfuerzo habría bastado para romperla.
(Una mujer amaestrada. Juan José Arreola)

Dos viejos se encontraban sentados una mañana en la banca de un parque, gozando del sol de Tampa, Florida: uno, tratando tenazmente de leer un libro que era obvio disfrutaba, mientras que el otro, un tal Harold K. Bullard, le contaba la historia de su vida en el tono redondo y lleno de un orador ante un equipo de sonido. Echado a sus pies se encontraba el perro de caza labrador de Bullard, que atormentaba aún más al oyente sobándole los tobillos con su gran nariz húmeda.
Bullard, quien antes de su retiro había conocido el éxito en numerosos campos, gozaba revisando su pasado. Pero se enfrentaba al problema que complica la vida de los caníbales, esto es, que no es posible utilizar a la misma víctima una y otra vez.
(El Perro Lanudo de Tom Edison. Kurt Vonnegut)

viernes, 14 de agosto de 2009

Apéndice XII del Diccionario del diablo de Ambrose Bierce

Rematador, s. Hombre que reafirma con un martillo que acaba de despojar una cartera con la lengua.

Renombre, s. Grado de distinción intermedio entre la notoriedad y la fama, algo más soportable que la primera, y un poco menos intolerable que la segunda. A veces es conferido por una mano inamistosa y desconsiderada.

Renunciar, v. t. Ceder un honor a cambio de una ventaja. Ceder una ventaja a cambio de otra ventaja mayor.

Reparación, s. Satisfacción que se da por un mal cometido, y que se deduce de la satisfacción experimentada al cometerlo.

Réplica, s. Insulto prudente al contestar. Practicada por señores que tienen una repugnancia innata por la violencia, junto con una fuerte tendencia a ofender. En una guerra de palabras, táctica del indio norteamericano.

Réplica (artística), s. Reproducción de una obra de arte por el artista original. Se la llama así para distinguirla de la "copia", que está hecha por otro artista. Cuando ambas están ejecutadas con la misma habilidad, la réplica es más valiosa, pues se supone que es más bella de lo que parece.

Reportero, s. Periodista que a fuerza de suposiciones se abre un camino hasta la verdad, y la dispersa en una tempestad de palabras.

Representante, s. Miembro de la Cámara Baja en este mundo, sin esperanza visible de ascenso en el próximo.

Reverencia, s. Actitud espiritual de un hombre frente a un dios, y de un perro frente a un hombre.

Revolución, s. En política, abrupto cambio en la forma de desgobierno. Específicamente, en historia norteamericana, reemplazo de un Ministerio por una Administración, que permitió que el bienestar y la felicidad del pueblo progresara media pulgada por lo menos. Las revoluciones vienen generalmente acompañadas de una considerable efusión de sangre, pero se estima que valen la pena, sobre todo para aquellos beneficiarios cuya sangre no corrió peligro de ser derramada. La revolución francesa es de indudable valor para el socialista de hoy: cuando tira los hilos que mueven su esqueleto, sus gestos infunden un terror indecible a los sangrientos tiranos sospechados de fomentar la ley y el orden.

Rico, adj. Dícese del que tiene en caución, con el compromiso de rendir cuentas, los bienes de indolentes, incapaces, pródigos, envidiosos y desafortunados. Este es el criterio que prevalece en el hampa, donde la Fraternidad del Hombre encuentra su desarrollo más lógico y su defensa más candorosa. Para los habitantes del mundo intermedio, la palabra significa bueno y sabio.

Ritualismo, s. Jardín de Dios donde Él puede caminar en rectilínea libertad, con tal de no pisar el pasto.

sábado, 1 de agosto de 2009

Literatura por correo electrónico

Jorge Aloy

En algún tiempo improbable, los medios masivos informaban apoyados en la veracidad de los hechos. Posteriormente la transmisión se transformó en diversas variantes de tergiversación de la noticia a través de la mentira o la omisión. Internet, sin embargo, nunca acunó tal vaivén, ya que de inmediato se colocó a la par de cualquier medio masivo conocido. Esta adaptación inmediata convino en que anónimamente se puedan escribir textos inverosímiles sobre la cría clandestina de lechuzas, la matanza de ballenas rojas, la anorexia en el Himalaya y demás consejos y peticiones insólitas que viajan a través del e-mail, en cadenas, con el “asunto” adjetivado con “Buenísimo”. Por no mencionar los más devotos “leelo hasta el final” o “reenvialo a todos tus contactos”.
Hoy vienen al caso unos archivos que circulan con estas características y que rozan tangencialmente la literatura. Involucran a Eduardo Galeano, García Márquez y Borges.
El archivo sobre Galeano afirma que el escritor reniega de los aparatos DVD, e incluso brinda las razones del escritor, que bien pueden parecer de otro siglo. Lo insólito no es la inventiva de un texto falso, sino que el propio Galeano tenga que explicar que él sí tiene DVD.
En el caso de Márquez circula un testamento insólito donde anuncia su retiro. Apócrifo hasta el hartazgo y que conmueve a todos aquellos que jamás leyeron, siquiera, una página de Cien años de soledad. El premio Nóbel confesó que cuando lee su testamento siente ganas de morirse de verdad.
El archivo de Borges es el que más vueltas al planeta dio. Se trata de un poema llamado “Instantes”. Alguien lo supuso autobiográfico porque el yo lírico muestra arrepentimiento por su postura ante la vida. Borges, el otro, el que nunca existió se lamenta, también, de no haber tomado más helados de los que tomó en su vida. Como todo el mundo sabe la filosofía a la crema es una especialidad borgeana.
Se cree que el texto pertenece a una escritora norteamericana, y está exenta de culpas por la difusión de un poema tan cursi: ella no lo pidió.
Eso si, le adjudicamos a Internet un logro: consiguió que muchas personas se floreen con un poema de Borges y se lamenten por el retiro de García Márquez, a pesar de no saber nada de su actividad literaria.
Lo último: Debemos reconocer que Borges, el escritor más hermético entre los tres mencionados, ingresó en un público insospechado. Eso sí, un Borges falso, tal vez como él hubiera escrito.