domingo, 1 de febrero de 2009

Incipit V (Cuentos)

El perro sigue compartiendo los comienzos de cuentos que le despertaron más de una pulga literaria.

En realidad no es tarma, sino terme, con e, porque el nombre nos viene de esas hormigas, los termes, que no dejan nada cuando pasan.
Pero yo no sé por qué todos nos llaman así: los tarmas.
Uno llega a tarma sin saber cómo. Es difícil explicarlo. Ahora, después de tantos años, me parece que por cualquier camino: la desilusión o el esgunfio; la costumbre o el contagio. Pero siempre hay que tener algo adentro. Con eso se nace y no hay nada que hacer.
(Los Tarmas. Isidoro Blaisten)


Un hombre que quería emplearse como sirviente llegó una vez a la ciudad de Osaka. No sé su verdadero nombre, lo conocían por el nombre de sirviente, Gonsuké, pues él era, después de todo, un sirviente para cualquier trabajo.
(Sennin. Ryonusuke Akutagawa)

Me llamo Boffer Bings. Nací de padres honestos en uno de los más humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y mí madre poseía un pequeño estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron hábitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio.
(Aceite de perro. Ambrose Bierce)

Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y setenta centavos estaban en céntimos. Céntimos ahorrados, uno por uno, discutiendo con el almacenero y el verdulero y el carnicero hasta que las mejillas de uno se ponían rojas de vergüenza ante la silenciosa acusación de avaricia que implicaba un regateo tan obstinado. Delia los contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad.
Evidentemente no había nada que hacer fuera de echarse al miserable lecho y llorar. Y Delia lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con predominio de los lloriqueos.
(El regalo de los Reyes Magos. O. Henry)

En los últimos decenios, el interés por los ayunadores ha disminuido muchísimo. Antes era un buen negocio organizar grandes exhibiciones de este género como espectáculo independiente, cosa que hoy, en cambio, es imposible del todo. Eran otros los tiempos.
(Un artista del hambre. Franz Kafka)

Sé que muchos hablaban mal de Loney, pero conmigo siempre fue fabuloso. Desde que tengo memoria fue fabuloso, y supongo que me habría caído tan bien si hubiese sido cualquiera en lugar de mi hermano. De todos modos, me alegro de que no fuera cualquiera.
(El guardián de su hermano. Dashiell Hammett)

El problema es que el jefe no me lo va a creer. Le he hecho tragar ya tantas milanesas, tantas albóndigas supercondimentadas, que esto no me lo va a creer. Pienso en alguna excusa potable, pero me da un poco de bronca: ¿una vez que tengo una razón valedera para ausentarme de la oficina, voy a tener que apelar a una mentira? ¿Tan mal anda el mundo? Me pregunto.
(Te recuerdo como eras en el último otoño. Bernardo Jobson)

3 comentarios:

  1. Este asunto de los comienzos va camino de convertirseme en adicción. Esta vez me ha impresionado el de Kafka porque, además de todo, lo encuentro cierto. Cuando era chico eran habituales los ayunadores y fakires (en circos, ehibiciones, etc.) que se acostaban en camas de clavos, lo que me hace pensar que era un "rebusque" que pasó antes por Europa.

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  2. Hola Jorge, leí recién este párrafo que me gustó y deseaba compartirlo, es de Peter Handke:

    "No tengo una sensación de realidad en el permanecer, sino
    en el permanecer y pasar; no en
    el aferrarse a un lugar,sino en los repetidos encuentros.
    Escribir significa ocultarse y mostrarse, una y otra vez, hasta que uno es."

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  3. el texto citado corresponde a
    HISTORIA DE UN LÁPIZ (1982)

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