Jorge Aloy
“Yo soy escritor nada más que cuando escribo. El resto del tiempo me pierdo entre la gente. Pero el mundo está tan lleno de vida, de cosas y sucesos, que tarde o temprano vuelvo con un libro”.
Esa idea de vida y literatura confluyen en el personaje mítico de Haroldo Conti: Requena, quien oscilando entre el robo y la estafa participa en una trilogía de cuentos donde el humor lo transforma en un entrañable hijo de puta. Aludo a los cuentos El último, Bibliográfica y Devociones.
Los personajes de Conti surgían de los caminos recorridos, tanto en Chacabuco como en El Tigre o Buenos Aires o La Paloma. Y cuando un gran observador camina es dable encontrarse con un Requena. En El último vende lotes en San Vicente, y como no puede ser de otra manera, un mismo terreno lo vende más de una vez. En Bibliográfica es un editor que organiza un concurso de novelas con la intención de cobrarle la edición a todo iluso que participe. Y en Devociones es un vendedor ambulante de “El nuevo testamento con salmos” durante la peregrinación a Luján. Llamativamente los vendía a cuatro pesos cuando estaban marcados a tres. Pero Requena no quedó sólo aquí, también se trasladó a las novelas.
En En vida, Requena es Requena, pero le brota algún gesto bondadoso. Digamos en su defensa que en los cuentos no tuvo modo de redimirse. En la última novela de Haroldo Conti, Mascaró el cazador americano, Requena es el mismo de siempre y, con el transcurso de la trama, sufre un cambio sustancial. Es una transformación explicable desde dos visiones. Una, la teórica: en el héroe mítico se llama anagnórisis a este cambio, es un aprendizaje que el héroe asimila en su recorrido. O como dice Anthony Burgess: “Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando sólo muestra el carácter humano como algo rígido, pétreo, impenitente, abandona el campo de la novela y entra en la fábula o la alegoría”.
La segunda visión es más terrenal. Haroldo Conti había optado por no abandonar el país a pesar de las amenazas del gobierno militar, y a pocos meses de haber escrito y publicado Mascaró, lo llevaron para siempre el 5 de mayo de 1976. Quizá Haroldo sabía que era la última oportunidad de Requena, y lo salvó, le puso una capa y lo salvó de los peligros del mundo.
Lo último: Dice de él en Devociones: “Yo sé que un día mandará todo a pasear y se echará al medio del camino y entonces inventará al mundo de punta a punta en sociedad con el mismo Padre Todopolentoso”.
“Yo soy escritor nada más que cuando escribo. El resto del tiempo me pierdo entre la gente. Pero el mundo está tan lleno de vida, de cosas y sucesos, que tarde o temprano vuelvo con un libro”.
Esa idea de vida y literatura confluyen en el personaje mítico de Haroldo Conti: Requena, quien oscilando entre el robo y la estafa participa en una trilogía de cuentos donde el humor lo transforma en un entrañable hijo de puta. Aludo a los cuentos El último, Bibliográfica y Devociones.
Los personajes de Conti surgían de los caminos recorridos, tanto en Chacabuco como en El Tigre o Buenos Aires o La Paloma. Y cuando un gran observador camina es dable encontrarse con un Requena. En El último vende lotes en San Vicente, y como no puede ser de otra manera, un mismo terreno lo vende más de una vez. En Bibliográfica es un editor que organiza un concurso de novelas con la intención de cobrarle la edición a todo iluso que participe. Y en Devociones es un vendedor ambulante de “El nuevo testamento con salmos” durante la peregrinación a Luján. Llamativamente los vendía a cuatro pesos cuando estaban marcados a tres. Pero Requena no quedó sólo aquí, también se trasladó a las novelas.
En En vida, Requena es Requena, pero le brota algún gesto bondadoso. Digamos en su defensa que en los cuentos no tuvo modo de redimirse. En la última novela de Haroldo Conti, Mascaró el cazador americano, Requena es el mismo de siempre y, con el transcurso de la trama, sufre un cambio sustancial. Es una transformación explicable desde dos visiones. Una, la teórica: en el héroe mítico se llama anagnórisis a este cambio, es un aprendizaje que el héroe asimila en su recorrido. O como dice Anthony Burgess: “Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando sólo muestra el carácter humano como algo rígido, pétreo, impenitente, abandona el campo de la novela y entra en la fábula o la alegoría”.
La segunda visión es más terrenal. Haroldo Conti había optado por no abandonar el país a pesar de las amenazas del gobierno militar, y a pocos meses de haber escrito y publicado Mascaró, lo llevaron para siempre el 5 de mayo de 1976. Quizá Haroldo sabía que era la última oportunidad de Requena, y lo salvó, le puso una capa y lo salvó de los peligros del mundo.
Lo último: Dice de él en Devociones: “Yo sé que un día mandará todo a pasear y se echará al medio del camino y entonces inventará al mundo de punta a punta en sociedad con el mismo Padre Todopolentoso”.
Existe como un destino común entre Haroldo Conti y muchos de sus lectores: la de poder acompañarnos de su palabra, que siempre nos espera y trasciende lo anecdótico y, compromiso mediante, nos sigue abriendo surcos fértiles en la cabeza; y la persona, el ciudadano profundamente compenetrado con su tiempo.
ResponderEliminarEso abre cauces infinitos y cada vez que uno se asoma a su obra siempre surge el encuentro con algo nuevo.
Nuevo significa todo aquello que, a mi parecer la llamada Modernidad no pudo resolver y que, por lo tanto, siempre vuelve...
Son dos o tres cosas nomas, dos o tres preguntas que nos siguen acicateando desde el fondo de los tiempos o de la Historia.
Un abrazo, Jorge.
Y que siga ladrando a las estrellas este perro...!!!!
Dany