martes, 1 de marzo de 2011

¿Libros de verano? No. Verdades de Perogrullo (III)

Jorge Aloy
Continuamos con unos breves comentarios de libros conocidos, aprovechando el verano para decir verdades de Perogrullo. Disfrutemos, entonces, esta última entrada estival.

La bestia debe morir (1938). Nicholas Blake.
El poeta y dramaturgo irlandés Cecil Day Lewis (1904-1972) escribió algunos policiales bajo el enmascaramiento del seudónimo Nicholas Blake, y uno de ellos es La bestia debe morir. Un automóvil mata al hijo de un escritor de policiales y escapa. El padre del chico, erigido en investigador, se propone encontrar al asesino a través de métodos deductivos. Con maestría absoluta, Blake consigue hacer verosímil hasta los detalles imposibles. La altura literaria que consigue alcanzar este policial está marcada por la resolución: nos plantea un problema que debemos resolver en lo más hondo de la perspectiva humana.
La bestia debe morir conserva, además de sus méritos propios, otros reconocimientos: en 1952 fue filmada en Argentina por Román Viñoly Barreto, con la actuación protagónica de Narciso Ibáñez Menta. Pero no es todo, en 1969 también la filmó en Francia Claude Chabrol. Sólo resta agregar que en 1945 la editorial Emecé al lanzar la colección El séptimo círculo, dirigida por Bioy Casares y Borges, publicó a esta magnífica novela con el número uno.

Catedral (1983). Raymond Carver.
¿Qué no se dijo en los últimos años sobre Raymond Carver (1939-1988)? ¿Alguna vez a alguien se le ocurrió decir que es el Chejov norteamericano?
Hace muy poco tiempo se editaron algunos cuentos de Carver antes de
que pasen por la mano del editor. Mucho se dijo también de su editor Gordon Lish: que retocaba los cuentos, cambiaba finales, etc. Creo que muchos creen que los escritores geniales son considerados geniales también por sus editores. Debemos tener en cuenta que en algunos lugares, aún, sobreviven editores que saben de literatura y no sólo de marketing. Cabe recordar que a William Faulkner de modo permanente su editor le corregía implacablemente sus originales, y no sólo eso, muchas veces los rechazaba (uno de ellos es el cuento llamado “Nieve”). Así funciona parte del mundo editorial.
Catedral reúne doce relatos cargados de tensión. Carver sabe involucrar al lector en lo que él quiere y desde la primera línea. Los relatos “La casa de Chef”, “Parece una tontería” y “Catedral” quedan impregnados en la memoria de quien los absorba.

La naranja mecánica (1962). Anthony Burgess.
Alex, Pete, Georgie y el Lerdo hablan nadsat, un argot mezcla de inglés y ruso. El nadsat, en boca de estos adolescentes, funciona como un ingrediente a la caracterización de la violencia que enmarca La naranja mecánica. La violencia de la sociedad británica luce exasperante, paradójica y ridícula en sí misma. Alex, a la sazón el protagonista, es atrapado después de cometer un crimen con su banda. Encarcelado ya, es tratado con una cura experimental cuyos resultados lo van a dejar convertido en una persona destruida. A partir de este momento surgen algunos planteos éticos (pero no morales) en el contexto de la trama.
En 1971 Stanley
Kubrick la llevó al cine, pero Anthony Burgess quedó muy disgustado: a la película le faltaba el último capítulo. Sucedió que Kubrich, inexplicablemente, tomó la versión tal como se había publicado la novela en Norteamérica, sin el capítulo 21. Burgess, en ocasión de presentar la edición completa en EE.UU., sostuvo que tan sólo al 0,00000001 de la población americana le importa esas cuestiones.
Más de un lector desfalleció ante el fatigoso trabajo de atravesar la lectura del nadsat (cualquier edición trae un glosario), otros lo disfrutaron. Viene a colación el cierre que dio Anthony Burgess al prólogo de 1986: “Coman esta porción dulce o escúpanla. Son libres”.

2 comentarios:

  1. Un pequeño comentario sobre una de las joyas de hoy: tanto el libro de Burgess como la película de Kubrick son extraordinarias.
    Pero con respecto a esa jerigonza recuerdo que por esa época estaba de moda experimentar con el lenguaje. Un arquitecto y actor argentino, JORGE BONINO hacía un espectáculo (¿en el Di Tella?) que se llamaba "Bonino aclara ciertas dudas" durante el cual hablaba una mezcla rara de ruso, alemán y lo que fuera. Y los varios ingleses más lo hicieron: Beckett, Orton, etc.
    Además los ingleses siempre (desde antes de Lewis Carrol) ha jugado con las palabras/significados.
    De hecho el título, ahora tan consolidado que refiere hasta a Holanda del 78, tiene muy poco que ver con la traducción al castellano que le dieron.
    Y Burgess que no se haga el sota, porque el que autorizó una misma novela con dos finales distintos fue él.

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  2. Anónimo17:57

    Buen post, Jorge...!
    Nada menos obvio que lo obvio, parece.
    Tengo en vista una edición del Quijote por allí, antiquísima, a la que quiero hincarle el diente, como buen aprendiz de Perro.
    Y yendo al punto: La Naranja Mecánica. Anthony Burgess subrayó en una entrevista hace unos años que, considerados aquella novela y el filme después de tanto tiempo, sentía como pudor por lo cándidos que le resultaban ambas, visto el brutal incremento del grado de crueldad de la violencia humana en los últimos años.

    Saludos desde Mataderos

    Dany

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