
Grimal nos recuerda, además, que Tiresias tanto para la poesía helenística como para la romana, es el “adivino universal” de Tebas.
En el siglo XX, los dictadores también buscaron a sus hechiceros. Hitler, en 1935, tenía a su propio adivino. Se llamaba Eric Jan Nauseen. Hitler seguía al pie de la letra a las indicaciones de su vidente. Jan Nauseen dentro del régimen tenía reservado un lugar privilegiado, pero no poco peligroso. Los colaboradores del dictador insistían en que el adivino era judío. Hitler dejó de lado por un momento su superstición y lo envió a un campo de concentración. En poco tiempo Jan Nauseen fue fusilado.
Inmediatamente Hitler solicitó un reemplazante. El nuevo adivino se llamaba Kraft, pero la paranoia de los nazis se imponía sobre cualquier anuncio sobrenatural. Kraft también fue asesinado. Esta vez la elección recayó en la cámara de gas.
Dejamos para otros el estudio sobre el arte de la adivinación y su inherencia

Volvamos a Tiresias. Zeus le permitió conservar su arte aún después de muerto. En el Canto XI de la Odisea, Odiseo (Ulises) desciende al mundo subterráneo de los muertos. Su finalidad era consultarle al adivino sobre su destino. El héroe llevaba ya mucho tiempo intentando el regreso a su patria y necesitaba las indicaciones de Tiresias. Finalmente el retorno al hogar se produjo de acuerdo a los pronósticos del vidente.
Lo último: Tiresias tuvo la suerte de no ser del siglo XX y caer en manos de algún dictador. Y Zeus demostró de qué manera debe actuar un dios.
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