sábado, 12 de diciembre de 2009

El pan compartido

Daniel Goñi (*)
Corría el invierno de 1973 cuando, camino a mi casa de entonces, en Longchamps, escuché por primera vez “Poseído del alba” a través del pequeño audífono que me conectaba a una bonita portátil Sony con funda de cuero que me había encontrado, para mi sorpresa y mi bien, en el asiento de un tren semivacío junto a un libro de poemas de Pablo Neruda, Odas elementales.
Yo venía entonces con “Hey baby” (Nuevo sol naciente) de Jimi Hendrix, del álbum “Rainbow Bridge”, y con “She´s so heavy” de Los Beatles, de “Abbey Road”, como verdaderas bandas de sonido íntimas de mi vida de escape por esos días. Habían funcionado como certeros hachazos en mi corteza cerebral adolescente, músicas osadas que avisaban que algo estaba sucediendo en el mundo y que aquello venía a la captura de uno, así de corta, para sacarlo de la gris rutina que comenzaba a arrastrarnos al consabido rincón de la mediocridad disciplinada. Creo que lo que experimenté allí fue un impacto que condensaba sorpresa, despertaba la curiosidad, inflamaba la psiquis y arrastraba el cuerpo a ese río sonoro lleno de arrogancia, sensualidad, audacia, desafío y belleza.
La instantánea sensación de despegar del piso se hizo presente allí y creo que esas alas que descubrí entonces son las que, con interregnos en la vida, me han permitido conectarme con lo mejor de mí y de los demás.
La indómita y envolvente cadencia de “Poseído…” me puso en sintonía, creo, con ese firmamento, bajo ese helado y azabache cielo de mayo, fusilado de estrellas.
El mullido y embriagante colchón sonoro del Hammond de Carlos Cutaia; la guitarra, la voz y la increíble poesía de Luis Alberto más la base de David y el “Negro” Black en bajo y batería me hicieron levitar con la insondable dulzura y atrevimiento de un polvo adolescente.
Si tengo que trasmitir lo que sentí, debería decir: que la vida podía ser otra cosa. Inmediatamente busqué esa pista y supe que aquello era un adelanto del álbum que Pescado Rabioso estaba grabando por aquellas convulsionados jornadas políticas y sociales en que “la ventana tiene un aspecto muy normal / pero cada día sentimos que se agita mas”.
Spinetta se había lanzado a darle una vuelta de tuerca muy jugada a lo que había yo conocido con Almendra. Ese desafío de lo nuevo era lo que seducía. Hay momentos en los que la sensibilidad te permite ligar con ese cable invisible que fluye en el aire como un tren vivencial y que invita a subirse.
A veces miro hacia adentro y vuelven aquellos destellos que viajan del cerebro hasta el diafragma formando grumitos de dulce efervescencia celestial en el cuore y uno quisiera que eso se quedase allí.
El viernes 4 de diciembre en Liniers el tren pasó otra vez.
(*) El amigo Daniel Goñi es periodista de espectáculos. La presente nota es un correo electrónico personal destinado a sus amigos. Por supuesto, autorizó su publicación al elocuente Perro.

1 comentario:

  1. Anónimo17:04

    Qué buen flash. Una masa el blog, no lo conocia.

    Renzo

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