jueves, 1 de octubre de 2009

Descatalogados (III)

Jorge Aloy


Título original: The Doctor is Sick (Publicada en 1960)


Editorial Sudamericana. 1975


Traducción: Floreal Mazía

283 Páginas



A la edad de 42 años a Anthony Burgess le diagnosticaron un tumor cerebral. La inminencia de la muerte, muy lejos de aplacarlo, le aportó un incentivo descomunal a su producción literaria.
Burgess se propuso escribir y publicar industrialmente. Necesitaba dejarle el dinero por los derechos de autor a su mujer, Lynne, para que pudiera vivir.
La producción urgente de estos tiempos (1959/60) fue abundante, pero la muerte no cumplió con su palabra. Por suerte. El diagnóstico médico había sido erróneo, no había ningún tumor. Pero a la inercia de escribir no hubo modo de detenerla. En 1962 publica La naranja mecánica, y una década después ya es un autor reconocido en todo el mundo.
De la cantidad profusa que Anthony Burgess nos dejó, El doctor está enfermo es la novela más desopilante. Un hecho insólito sucede detrás de otro. Edwin, el protagonista y (como suele decir el que piensa en las autobiografías) alter ego de Burgess, es un doctor…en filología que cae enfermo. Aparentemente sufre una enfermedad cerebral y su mujer lo interna en una clínica. Sheila, así es el nombre de ella, desaparece pero no deja nunca de enviar, en su representación, algunos amigos muy extraños a visitarlo.
Edwin se opone a una operación de cerebro que planean realizarle y opta por escapar de la clínica. Decide ponerse en busca de Sheila. Aquí entra en juego el verdadero leit-motiv de la historia, si es que lo tiene. Edwin debe enfrentarse, sin dinero, a Londres, una ciudad inhóspita atestada de seres marginales. Como buen filólogo, el héroe sabe leer los signos que se le presentan en esta circunstancia nueva. Se vincula con gente de oficios dudosos y termina siendo uno de ellos.
El recorrido de Edwin es digno de una tragedia. Incluso, entre situaciones disparatadas, la catarsis se produce de modo inevitable. El héroe se transforma y se sitúa en las antípodas de la aplicada vida burguesa.
Burgess, en definitiva, transforma la risa en una mueca. Y hoy nos obliga a revisar las mesas de libros usados en busca de esta burla a la muerte.

2 comentarios:

  1. No sé por qué cada vez que escojo un libro, y en su portada o contratapa a parece la palabra "alter ego", me lo llevo!
    Por lo que leí aquí, además de encontrar esa palabra, hay una buena historia.
    Un saludo,Jorge.

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  2. Jorge:
    Veo con alegría que el traductor es Floreal Mazía, que era el padre de Ana Silvia Mazía, un compañera oyente del Párrafus.
    Don Floreal (nombre de mes de la Revolución Francesa) es una gloria de las traducciones, según le escuché a Andrés Rivera en un reportaje, uno de los mejores.
    Y qué buena la sorpresa que recibió el autor, con la postergación de la llegada de la parca.
    Un saludo cordial.

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