domingo, 9 de noviembre de 2008

Incipit III (Cuentos)

El perro sigue rescatando los comienzos de cuentos que le hicieron -y hacen- mover la cola.Desde el bosquecillo donde escribo, el gran terror de mi vida se me antoja lejano. Soy un viejo jubilado que descansa sus piernas sobre el césped de su pequeña casa; y a menudo me pregunto si soy yo –el mismo yo–, quien cumplirá con el duro trabajo de maquinista en la línea de P.L.M., y me asombro de no haber muerto en el acto, aquella noche del 22 de septiembre de 1865.
(El tren 081. Marcel Schwob)

El bergantín holandés Alkmar regresaba nuevamente de Java, cargado de especias y otros elementos preciados. Hizo escala en Sathampton y se autorizó a la tripulación a bajar a tierra.
Uno de ellos, Hendrijk Versteeg, traía un momo en el hombro derecho, un loro en el izquierdo y, pendiendo de la espalda, una farda de tejidos hindúes, que pensaba vender en la ciudad junto con los animales.
(El marinero de Ámsterdam. Guillaume Apollinaire)

Sus padres lo llamaron Augustus S. F. X. Van Dusen, y él se encargó, con posteridad, de agregar académicamente, y tras su nombre, casi todas las demás letras del alfabeto. Por eso, sumados nombres y títulos, formaba una estructura maravillosamente imponente. Su propietario era Doctor en filosofía, en Medicina, en Leyes, miembro de media docena de academias y varias veces condecorado.
(La mente todo lo resuelve. Jacques Futrelle)

El señor Lanari no podía dormir. Eran las tres y media de la mañana y fumaba enfurecido, muerto de frío, acodado en ese balcón del tercer piso, sobre la calle vacía, temblando encogido dentro del sobretodo de solapas levantadas. Después de dar vueltas en la cama, de tomar pastillas y de ir y venir por la casa frenético y rabioso como un león enjaulado, se había vestido como para salir y hasta se había lustrado los zapatos.
(Cabecita negra. Germán Rozenmacher)

En el hotel había noventa y siete agentes de publicidad neoyorquinos. Como monopolizaban las líneas telefónicas de larga distancia, la chica de la 507 tuvo que esperar su llamada desde el mediodía hasta las dos y media de la tarde. Pero no perdió el tiempo. En una revista femenina leyó un artículo titulado “El sexo es divertido o infernal”. Lavó su peine y su cepillo. Quitó una mancha de la falda de su traje beige. Corrió un poco el botón de la blusa de Saks. Se arrancó los dos pelos que acababan de salirle en el lunar. Cuando, por fin, la operadora la llamó, estaba sentada en el alféizar de la ventana y casi había terminado de pintarse las uñas de la mano izquierda.
(Un día perfecto para el pez plátano. J. D. Salinger)

Todas las mañanas me despierta la sirena de la Ítalo. Ahí empieza mi día. El sonido atraviesa la villa envuelta en las sombras, rebota en los galpones del ferrocarril y por fin se pierde en la ciudad. Es un sonido grave y quejumbroso y suena como la trompeta de un ángel sobre un montón de ruinas. Entonces abro los ojos en la oscuridad y me digo, cuando todavía dura el sonido, "Levántate y camina como un león".
(Como un león. Haroldo Conti)

Al extender la mano vio el revólver a su costado. Se inmovilizó. Acababa de sonar otro tiro. Inclinó la cabeza y volvió a ver al otro, que seguía caído en la calle. “Estará muerto”. Un frío interior, endureciéndole los músculos, le clavó las articulaciones. Él no intentó alzar el arma, tan sólo tocar el cuerpo de su hermano, darle vuelta, para ver si vivía.
(Los dos. Gerardo Pisarello)

Egbert llegó a la amplia sala poco iluminada con la actitud de un hombre inseguro, que no sabe si está entrando en un palomar o en una fábrica de explosivos, pero listo para enfrontar cualquiera de las posibilidades.
(La reticencia de Lady Anne. Saki)

2 comentarios:

  1. Anónimo13:17

    Excelente esta idea de los inicios de cuentos, y sobre todo de autores tan diversos.
    Me permito recomendar las "Vidas Imaginarias", de Marcel Schwoob, y de esos relatos citar el comienzo de "Empédocles-Dios supuesto":
    "Nadie sabe cuál fue su cuna ni cómo llegó a esta tierra. Apareció en las cercanías de las orillas doradas del rio Acragas, en la bella ciudad de Agrigento, poco después del tiempo en que Jerjes hizo azotar al mar con cadenas..."

    Un abrazo
    Dany

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  2. Pongo un voto por Cabecita negra, ese si que es un comienzo...
    Un abrazo.

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