viernes, 1 de enero de 2010

Los hermanos Grimm y el espejito de la reina

Irene Farias

Una reina buena expresa su deseo: “¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano!” Un tiempo después nació Blancanieves.
Su madre muere y el rey se casa con otra reina: “Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no podía soportar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba: “¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? Entonces el espejo respondía: La Reina es la más hermosa de esta región. Ella quedaba satisfecha pues sabía que su espejo siempre decía la verdad.”
Un día, al manifestar el espejo que Blancanieves la superaba en hermosura, la soberana pide a un cazador que la mate. “El cazador obedeció y se la llevó, [...] como era tan linda, tuvo piedad y dijo: ¡Corre, pues, mi pobre niña!”
Cuando los enanitos la descubren durmiendo en una de sus camas, exclaman: “¡Oh, mi Dios qué bella es esta niña!”
Cuando la reina se entera de que aún está con vida “[...] reflexionó y buscó un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la más bella de la región la envidia no le daría tregua ni reposo.”
“Denme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio [...] pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves” dijo el príncipe al conocer a la princesa a quien todos creían muerta.
A principios del siglo XIX los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm se dieron a la tarea de recopilar cuentos tradicionales y de elaborar aquéllos que provenían de la tradición oral. Publicaron dos tomos, -en 1812, el primero, en 1815, el segundo-, entre los cuales figura “Blancanieves”, que llevaron por título Cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Puede, si se desea, acotarse este género al estudio de la literatura infantil. P
ero sería un desperdicio hacerlo, puesto que los autores tuvieron el mérito -más allá de su tarea filológica- de traernos desde tiempos inmemoriales, una muestra del perfil de la belleza femenina y la valoración que a ella se le otorgaba. Sin ir más lejos, la beldad de Blancanieves es anhelada por su madre como un don valioso para su descendencia; para la reina mala, es un motivo de envidia que la lleva al homicidio; para el leñador, amerita otorgar el beneficio de vivir; para los enanos, la admiración; para el príncipe, una posesión. Pero a ninguno de ellos pasó inadvertida la belleza de Blancanieves.
Si realizamos una trasposición temporal hasta nuestros días, podremos no encontrar reinas, leñadores, enanos y príncipes de cuentos, pero sí una similar concepción de la belleza femenina. Maravillosa tarea la de los cuentos tradicionales: nos muestran el pasado y nos dicen verdades como el espejito de la reina.

2 comentarios:

  1. Qué buena y sencilla la "transposición temporal" para explicar el lugar que damos a la belleza femenina.
    Estoy pensando en el torrente de cosas que se desprende de allí, desde los concursos de belleza hasta la publicidad...

    Otro estudio sobre los cuentos "infantiles" y de hadas muy interesante: "Psicoanálisis de los cuentos de hadas", del psicoanalista Bruno Bettelheim, muestra otros aspectos muy interesantes, y en especial, que no son muy "infantiles".

    Muy claro lo tuyo, Irene. Gracias

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  2. Anónimo13:26

    Very energetiс article, I enjoyed that bit. Will therе be а part 2?


    My web-site; socialclerks.com

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