miércoles, 24 de marzo de 2010

24 de marzo 1976-2010

Carlos Mamonde (*) Todavía recuerdo el frío de aquel día lluvioso, cuando me secuestraron. Hoy hace 34 años. Teniendo en cuenta que ese día supe, por primera vez, lo que es la incertidumbre de no saber si vas a estar vivo al día siguiente; creo que esta fecha de hoy es un día de alegría, de regocijo, de triunfo sobre el mal.
Una maldad concretamente, entonces, representada por Videla, Menéndez y sus milicos.Hoy están presos. La certidumbre de una Justicia, siempre insuficiente claro, cobra entonces fuerza. Y el esfuerzo de la gente democrática de Argentina es un ejemplo para el mundo de hoy.
Eso hace que no sea una nación fracasada, aunque tenga tantas dificultades prácticas.
Agradezco a esa República porque ha sabido darse esa dura pero luminosa Memoria Histórica y a sus jueces democráticos, empezando por Julio César Strassera. Agradezco el amor de mi Familia y de mis Amigos (en Argentina y en España), siempre; que me han sostenido en cada instante de esta vida sin sentido (sólo tiene el Sentido de la humana existencia de ellos mismos).
Les pido a todos un minuto de reflexión para honrar la memoria de aquellos amigos que ya murieron, algunos con la esperanza de una libertad que no llegaron a ver. Recordemos a los amigos leales, procuremos disimular la traición de quienes nos fallaron.
Como es una buena costumbre no ser ingrato, agradezco también el esfuerzo de algunos gobernantes...desde Raúl Alfonsín, hasta Kirchner; por cooperar -desde su estricto campo político- para que los jueces pudieran hacer su tarea.
Agradezco a la Cruz Roja y otros gobernantes de otros países que entonces -y a lo largo de los años de la dictadura- no hicieron oídos sordos a la voz de las víctimas. Agradezco a las Madres y Abuelas de La Plaza de Mayo, por su coraje absoluto; impropio de los hombres. (Debo agradecer también a Amnesty International, aunque su sección argentina -durante la dictadura- fuera ineficiente por la actitud de sus dirigentes, entre ellos F. de La Rúa. Entiendo, por supuesto, que el miedo es libre...).
Agradezco a muchos intelectuales españoles que se preocuparon por mi suerte y peticionaron por mi vida y libertad.

Para completar mi gratitud, doy gracias a todos los dioses de los creyentes y de los agnósticos y de los ateos (no crean que hay contradicción en ésto). Doy gracias a algunos sacerdotes católicos -como Enrique Angelelli- por el valor insondable e incomprensible de su extraordinaria fe; así como execro de aquellos religiosos que colaboraron con los matarifes de la dictadura, por ejemplo el cura Fco. Pelanda López.
Doy gracias a los numerosos amigos judíos que conocí en la celda de la dictadura...ellos también supieron preservar su fe y su humanismo, con un esfuerzo sobrehumano. Yo soy testigo.
Mi solidaridad con todas las víctimas.
Mi tributo a ellas es mi alegría de este día.


(*) Carlos Mamonde, habitual colaborador del Perro elocuente (argentino, 1950), reside en España. Primero secuestrado, luego exiliado, nos deja un apunte, unas líneas de agradecimientos.
En Argentina, el 24 de marzo se conmemora El día de la Memoria. Si recordamos, estaremos atentos. Por favor.

lunes, 15 de marzo de 2010

Apéndice XVII del Diccionario del diablo de Ambrose Bierce

Todo concluye al fin, nada puede escapar... Éste es el último apéndice del diccionario, fueron 17 encuentros y esperamos que los hayan disfrutado. El perro ya anda olfateando otros huesos para convidar. Esperemos.

Verdugo, s. Funcionario de la ley que cumple tareas de la mayor dignidad e importancia y padece un desprestigio hereditario ante un populacho de antepasados criminales. En algunos estados norteamericanos, como New Jersey, sus funciones son desempeñadas ahora por un electricista; primer caso registrado por este autor en que alguien pone en duda las ventajas de ahorcar a los habitantes de New Jersey.

Verso blanco, s. Pentámetro yámbico sin rima; el verso inglés más difícil de escribir pasablemente y, en consecuencia, el que prefieren los que no pueden escribir pasablemente nada.

Vida, s. Especie de salmuera espiritual que preserva al cuerpo de la descomposición. Vivimos en diario temor de perderla; cuando se pierde, sin embargo, no se la echa de menos. La pregunta "¿Vale la pena vivir?" ha sido muy debatida, en particular por los que opinan que no; algunos de ellos escribieron extensos tratados en apoyo de esa idea y, gracias a un minucioso cuidado de su salud, disfrutaron durante muchos años los honores de una exitosa controversia.

Vidente, s. Persona, por lo general mujer, que tiene la facultad de ver lo que resulta invisible para su cliente: o sea, que es un tonto.

Viejo, adj. Estado de uso que no se contradice con una incapacidad general, v.gr. "hombre viejo". Desacreditado por el paso del tiempo y ofensivo para el gusto popular, v.gr. "libro viejo".

Wall Street, s. Símbolo de pecado expuesto a la execración de todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones, es una creencia con que todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo.

Yanqui, s. En Europa, un norteamericano. En los Estados norteños, habitante de Nueva Inglaterra. En los estados sureños, la palabra es desconocida en su forma principal, aunque no en su variante ¡fuera yanqui!

Zoología, s. Ciencia e historia del reino animal, incluyendo a su reina, la Mosca Doméstica (Musca Maledicta). Se concede universalmente que el padre de la Zoología fue Aristóteles; el nombre de la madre, en cambio, no ha llegado hasta nosotros. Dos de los exponentes más ilustres de esta ciencia han sido Buffon y Oliver Goldsmith y ambos nos dicen que la vaca doméstica cambia de cuernos cada dos años.

Zeus, s. Rey de los dioses griegos, adorado por los romanos como Júpiter, y por los norteamericanos como Dios, Oro, Plebe y Perro. Algunos exploradores que han tocado las playas de América, entre ellos uno que pretende haberse internado una considerable distancia, piensan que esos cuatro nombres representan a cuatro divinidades separadas, pero en su inmortal obra sobre Creencias Supérstites, Frumpp insiste en que los nativos son monoteístas, y que ninguno tiene otro dios que sí mismo, a quien adora bajo muchos nombres sagrados.

lunes, 1 de marzo de 2010

Georges Perec: El gabinete de un aficionado. Historia de un cuadro


Jorge Aloy

Editorial Anagrama

Tercera edición

2008

Traducción: Menene Gras Balaguer

109 Páginas


El gabinete de un aficionado. Historia de un cuadro nos niega un héroe de carne y hueso. En apariencia, el protagonista es una llamativa tela pintada por Heinrich Kürz. En ella figura la colección completa de cuadros de su propietario, un tal Hermann Raffke. Dentro de la pintura se halla el propio Raffke, sentado en su gabinete, observando sus cuadros. Lo sorprendente está en el centro de la escena: el lienzo en cuestión también está reproducido, como uno más, entre los otros. Y dentro de este cuadro dentro del cuadro, la escena se reitera.
Es una técnica que se remonta, quizá me equivoque, a Las meninas de Velázquez y que reaparece en la literatura, el cine, el teatro, la historieta, los dibujos animados y la fotografía.
Las meninas de Velázquez (1656) es una pintura que muestra el taller de un pintor. En el taller surge el pintor, es decir el propio Velázquez y, en el centro de la escena aparece la infanta Margarita de Austria. En las paredes cuelgan otras pinturas y entre ellas luce un espejo con las figuras de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria. Esta proyección quizá se deba a que Velázquez en ese momento los estuviera retratando. Es una perspectiva denominada Mise en abyme (llamada así, se dice, por André Gide en 1891) o, dicho en castellano Puesta en abismo. Como punto característico se puede decir que mantiene un reflejo por similitud, es una imagen especular que da la idea de que hay una historia dentro de la historia. Y como todos imaginamos, por el juego de los espejos, la imagen se hace infinita.
Perec juega con la posibilidad de lo infinito pero no como un eterno retorno, sino como una vuelta a un tiempo que no se estanca. Siempre se retorna a un lugar distinto, insospechado. Por ejemplo, la figura de un boxeador que recibe un golpe en la primera imagen, en la siguiente ya está en la lona.
Estas mutaciones de las pinturas fueron observadas con insistencia por el público en la única exposición que se realizó. Los observadores remarcaban las diferencias que se sucedían de un cuadro a otro ya que utilizaban lupas para encontrar los pormenores más escondidos.
La novela es un discurso sobre una pintura. Se destaca en clave irónica la idea taxonómica de las descripciones de los cuadros. Podríamos creer que el relato habla de las posibilid
ades del arte o de lo que los hombres seríamos capaces de hacer ante el valor económico que domina a las obras de arte. Podríamos creer cualquier cosa, ya que en el desenlace nada vuelve a ser lo que era.
Perec, como si fuera poco, es riguroso con los detalles: en todo momento añade pinceladas de verosimilitud. Utiliza un método borgeano en cuanto a la abundancia y exactitud de datos, con el único fin de convencernos de una verdad que la literatura utiliza para afianzar el mundo ficticio que construye.
El gabinete de un aficionado. Historia de un cuadro es el último libro publicado en vida de Georges Perec (Francia 1938-1982) y no podemos decir menos que es una gran y estupenda broma.